jueves, 7 de junio de 2018

CARTA de D. CIRIACO a los PADRES de ALUMNOS en EDAD ESCOLAR

        Queridos padres: 
        Un número muy importante de padres con hijos en edad escolar estáis eligiendo para ellos, en estos días, la formación religiosa católica. Lo hacéis en el ejercicio libre y responsable del derecho que tenéis a que vuestros hijos reciban la formación que responda a vuestras convicciones.
         Los grandes totalitarismos del siglo XX pretendieron imponer en todos los ámbitos de la educación sus ideologías, las que los sostenían y fundamentaban. Frente a tales pretensiones e imposiciones fue proclamada en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos como un grito de libertad, como la transición a un orden nuevo de libertades. Ahí se afirma – y de ello se hace eco la Constitución española “el derecho de los padres a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”. La misma doctrina se expresa en el protocolo de 20 de marzo de 1952 al “Convenio Europeo para la Protección de Los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales”: “El Estado, en el ejercicio de las funciones que asuma en el campo de la educación y de la enseñanza, respetará el derecho de los padres a asegurar esta educación y esta enseñanza conforme a sus convicciones religiosas y filosóficas”.
        Sin el conocimiento del cristianismo es imposible conocer la cultura europea y sus mejores creaciones. Pero, con ser esto importante, lo es mucho más por lo que el mensaje de Jesús puede aportar, en el presente y en el futuro, al bien de vuestros hijos.
         El papa Benedicto XVI insistía en la necesidad de la formación religiosa de las nuevas generaciones como algo imprescindible para el desarrollo armónico, humano y espiritual de los alumnos en un momento tan crucial como es el del crecimiento y formación de la persona. La enseñanza religiosa escolar contribuye al desarrollo integral del estudiante, capacita para el diálogo interdisciplinar con las demás enseñanzas y con las personas de otras religiones y culturas, para el cocimiento del otro, así como para la comprensión y el respeto recíproco.
           La mejor herencia que los padres podéis legar a vuestros hijos es transmitirles principios y valores sólidos, pautas serias de comportamiento, objetivos nobles y altos. Tengo el firme convencimiento de que el mejor modo de lograrlo es fundamentar la vida en Jesucristo, el Señor, la Verdad que nos hace libres.
Con todo afecto.


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